Más de veinte años silencie el dolor, la culpa y la vergüenza y así, perdí un pedazo de amor propio. Sin embargo, hoy que decidí romper el silencio y hablar, comprendí que para sanar (realmente) fue necesario enfrentar y reconocer la verdad, porque solo así me liberé de la tormenta que vivía en mi interior. Me di cuenta que durante todos estos años operé desde un lugar de víctima, no siempre, pero sí la mayor parte del tiempo. Aceptar esto, me está convirtiendo en la protagonista de mi propia historia. No puedo decir que es instantáneo y mucho menos fácil, sin embargo, sí es posible y, sin duda, es un proceso paulatino al que, hoy, he puesto la primera piedra. Me siento sumamente bendecida y agradecida por encontrar a las personas indicadas para superar lo más difícil que he vivido.